Vivimos, según los expertos, en la época más sexualizada de la historia. No por casualidad, ya que actualmente y gracias a los avances tecnológicos, tenemos un acceso mucho más sencillo a cualquier tipo de pornografía o contenido sexual. Antes había que pelearse para encontrar siquiera una revista donde aparecieran cuerpos desnudos. Hoy por hoy, nuestro celular es una ventana a un mundo lleno de posibilidades, tal vez demasiadas… Y es que esa sexualización extrema está provocando no solo la adicción al porno de muchos, sino también una desmitificación de la sexualidad real para otros tantos. ¿En qué consiste este proceso? Es sencillo: uno está expuesto a tanto sexo que al final deja de interesarse en él, por haber recibido ya tantísimos estímulos en ese sentido. No hay más que comprobar cómo entre los jóvenes la sexualidad sigue siendo importante, pero ya posee un sesgo diferenciador al de los adultos.
De hecho, la sexualización de la sociedad también viene dada por la propia visión del sexo como algo natural y no tan exclusivo. Si comparamos al hombre o la mujer promedio de hace tres décadas con el joven de ahora, el número de parejas sexuales ha aumentado una barbaridad. Aplicaciones como Tinder, OkCupid o Badoo han permitido que las parejas se conozcan de una manera más sencilla, aunque solo busquen un rato de placer. Estamos hablando de escarceos de una sola noche, o de relaciones donde el sexo es lo único importante, sin que haya una vinculación sentimental. Hoy por hoy parece más fácil que nunca encontrar ese sexo sin compromiso del que tantos hablan y con el que muchos sueñan. Sin embargo, también se está dando un fenómeno curioso, enfrentado a ello, y es la abstinencia voluntaria. Hay grupos de hombres y también de mujeres que tienen como objetivo no tener sexo durante largos periodos de tiempo, en una abstinencia que no tiene nada que ver con la fe ni la religión. Los motivos son muy variados, pero muchas de estas personas consideran que hoy por hoy, el sexo debe volver a ponerse en valor, así que se abstienen de tenerlo con cualquiera, incluso del autoplacer. Esto, sin embargo, puede traer consecuencias.
El sexo, natural y muy beneficioso
Si nos ceñimos a la biología, a la propia naturaleza del ser humano, el sexo es algo natural, y el propio deseo sexual está grabado a fuego en nuestro cerebro más primitivo. Como cualquier otra especie, el ser humano también busca expandirse por el mundo y legar sus genes a través de la descendencia. Para ello, el deseo nos empuja a tener sexo y procrear con personas de nuestro alrededor. Claro que a estas alturas, el concepto de placer sexual ya se ha despegado de la propia procreación y es un mundo aparte. No necesitamos buscar descendencia para disfrutar del sexo, pero el deseo sigue estando ahí, al menos para la mayoría. Hay personas asexuales que no lo sienten, o lo reprimen, lo cuál puede ser muy peligroso. Y es que el sexo nos ofrece numerosos beneficios que van desde la relajación a un mejor estado de la piel, e incluso ayuda a mantener activo el sistema circulatorio.
Problemas de ansiedad y estrés
Dicen que el sexo es lo que uno necesita cuando está demasiado agobiado o cabreado. De hecho, en muchas ocasiones se afirma que el no tener suficiente sexo puede agriar el carácter… y aunque esto no es más que palabrería, algo de razón hay en ese tipo de reclamaciones. Y es que la actividad sexual, ya sea propia o compartida, nos puede ayudar mucho a relajarnos y a quitarnos de encima el estrés o incluso la ansiedad que podamos tener. Tampoco es casualidad que una de las recomendaciones más habituales para poder dormir bien es tener sexo antes de acostarnos, aunque sea autoplacer. El cuerpo se relaja, el cerebro se queda mucho más despejado gracias al cóctel neuronal que explota en su interior… El estrés puede llegar a desaparecer en un solo momento.
El sexo también puede servir para canalizar nuestras propias emociones y sentimientos dentro de la pareja. Es habitual que, cuando una pareja se pelea, la reconciliación vaya seguida de un encuentro sexual muy intenso. Como si se tuvieran más ganas. Para muchos, de hecho, el sexo es una forma más de hablar el idioma del amor, con un punto morboso muy especial. La abstinencia, aunque sea voluntaria y por tanto escogida, puede resultar poco beneficiosa en ese aspecto, ya que estaremos rechazando algo que nos provoca bienestar. De hecho, los problemas de salud de la gente célibe pueden aumentar de una manera alarmante, tal y como recogen algunos estudios. Y es que en muchas ocasiones, reprimir nuestros deseos sexuales puede llevarnos a enfermar.
Una decisión arriesgada
Lo cierto es que la abstinencia puede derivarse de muchísimos factores, ya sean externos o internos. Cuando las personas buscan tener sexo pero no lo consiguen, la frustración puede llegar a ser enorme, y conllevar otros problemas de ira e incluso agresividad. Existen grupos en Internet, sobre todo de hombres, conocidos como incels, que cuestionan a las mujeres por excluirles de los candidatos sexuales y obligarles a mantener esa castidad no deseada. Estos grupos suponen un caladero importante de odio misógino, solo porque no pueden encontrar a una mujer con la que disfrutar del sexo, por el motivo que sea. La culpa, por supuesto, siempre es del otro género, nunca de ellos. Cosa muy distinta es optar por la abstinencia voluntaria, que también conlleva sus riesgos.
Y es que podemos plantearnos el llegar vírgenes al matrimonio, para mantenernos puros, pero a la hora de tener nuestra primera relación sexual descubrir que la persona con la que vamos a compartir nuestra vida no es compatible con nosotros a nivel sexual. Puede ser algo complicado porque, al fin y al cabo, el sexo será una parte importante de la relación. Elegir la castidad por nuestra fe y nuestro compromiso con ciertas religiones también puede ser algo peligroso, porque tal vez estamos reprimiendo un deseo que antes o después saldrá. Y por último, aquellos hombres que se mantienen célibes durante largas temporadas en busca de mayor concentración, de recuperar los niveles de testosterona, pueden llegar a sufrir también consecuencias indeseados por este comportamiento.
El problema de irse al otro extremo
Si el celibato puede llegar a ser peligroso por lo que nos estamos perdiendo y por lo que el sexo deja de aportarnos, incurrir en el otro extremo, el de obsesionarnos con el sexo, también es perjudicial. Y es que esto puede afectar a nuestra vida cotidiana de una manera muy importante, tanto si es por estar con otras personas como por darnos autoplacer, en momentos poco apropiados. Estar enganchado al sexo puede llegar a ser algo muy peligroso, porque nos limitará de una manera obvia en muchos sentidos. Por eso, como suele ocurrir, lo mejor es acudir al equilibrio que encontramos en el término medio. Ni tanto ni tan poco, una situación normal de sexualidad sana en la que el sexo forme parte natural de nuestro día a día.